Hace una década, moría uno de los guitarristas más grandes de la música contemporánea en nuestro país.
En la madrugada del 25 de febrero de 2005, Pappo perdió la vida en un accidente de tránsito ocurrido en el kilómetro 71 de la ruta 5, a la altura de la localidad bonaerense de Lujan. La leyenda, que parecía comenzar a partir de aquel siniestro, se había escrito a lo largo de casi 40 años de carrera musical, en el que Norberto Napolitano alternó éxitos, exilios autoimpuestos, olvidos y resurrecciones.
No muchos suelen esmerarse en recordar que Pappo estuvo en la historia del Movimiento Rock Argentino desde el comienzo mismo de la escena en nuestro país, allá por finales de los años sesenta. Pappo fue uno de los fundadores de los gestos y los sonidos que hoy comprendemos como el movimiento más moderno dentro del folclore argentino. Fue el guitarrista de la formación original de Los Abuelos de la Nada, paso por Conexión Nro. 5, grabó en la segunda y más cruda etapa de Los Gatos. Fue uno de los primeros en recoger el guante que habían arrojado los Manal y apostó a su proyecto personal desde el formato de power trío, muy extraño en nuestro país por aquellas horas.
Entre idas y vueltas a Europa para intentar patear su propia suerte, Pappo fue armando y desarmando Pappo´s Blues y grabando discos que iban perfeccionándose en cada grabación. Tras la firma de esa formación se editaron algunos de los discos más importantes de la primera parte de los setenta, como lo son los primeros tres volúmenes de Pappo´s Blues, editados (con tres formaciones diferentes) entre 1971 y 1973.
Pappo fue el fundador del heavy nacional, cuando tras un segundo viaje a Europa llegó con la revolucionaria propuesta de Riff, banda a partir de la cual apadrinó a un puñado muy importante de una parte del rock post-dicatorial de comienzos de los ochenta. Con Riff, como con (al igual que con Pappo´s Blues) fue y vino cuando quiso, cuando pudo, cuando se encontró con la necesidad de hacerlo. Fue refugio de los firestones roqueros renegando entre el boom progresivo de las grandes sinfonías, fue válvula de escape del hartazgo civil frente a la dictadura y se diplomó como el indiscutido bluesman local cuando el mismísimo B.B.King lo bendijo con ese galardón. Lo llevó al Madison Square Garden y lo catapultó a ser referencia mundial para el rock y el blues en la Argentina.
Su carrera estuvo plagada de puntos altos. Cada uno de ellos, con sus matices, cada cual marcado por un contexto histórico, artístico y estético determinado. Todos, igual de valorables para la historia de la música nacional. Se fue en uno de ellos, después de grabar el disco con el que, finalmente, se había decidido a convertirse en una estrella de talla internacional. No son pocos los que aseguran que “Buscando un amor” fue el mejor disco de Pappo. Por la forma en que fue trabajado, por la producción, por el sonido, porque por fin había logrado esa síntesis que (comenzando en el productor, pasando por él mismo y sus propias convicciones y terminando en el último plomo) lo habían acompañado en un resultado extraordinario.
Hace 10 años, su historia se cerró camino a Lujan. Se fue y todo lo que siempre pareció buscar, sin explicitarlo, a su manera, a bordo de sus propias armas y luchando contra sus propios molinos de viento, pareció salir a la luz a la par del reconocimiento entorno a su figura, ya convertida en mito. Pappo partió, pero su figura parece ser cada vez más grande, intocable, incuestionable. Como una cruda ironía del destino, todas las dudas se disiparon y las polémicas se cerraron con correcta violencia.