30 DISCOS DE LOS DÍAS EN QUE VOLVIMOS A CANTAR. PARTE 15

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Otra Canción te propone recordar 30 discos del año en que los argentinos recuperamos la democracia. Semana a semana, recordaremos las pequeñas historias de aquellos grandes discos editados hace exactos 30 años.

COMO UN PÁJARO LIBRE – MERCEDES SOSA

Si uno se aboca a la tarea de rastrear nombres que puedan dar cuenta, a través de sus canciones, del clima que se respiraba en los tiempos del retorno democrático a la Argentina de comienzos de la década del ochenta, esa lista podría estar encabezada por Mercedes Sosa. Casi nadie se animaría a encontrar peros al respecto.

La voz de la cantante nacida en Tucumán es símbolo, a lo largo de sus pasos, de unidad, de resistencia, de propuesta y de libertad (como si fuese poco, entre otras tantas cosas). Mercedes había regresado a la Argentina en 1982, cuando la retirada militar todavía no se avizoraba con tanta claridad. Sus conciertos de regreso fueron un canto a la resistencia, es cierto. Pero también un grito con sonidos de futuro. Allí, las generaciones se cruzaron y comenzaron a proyectar muchas de las bases culturales de esto que hoy podemos entender como la música popular de la argentina democrática. 1983 fue un año emblemático en ese aspecto. Mercedes tenía, en esos años, estatura de estrella de rock. Los conciertos de su regreso y el mítico Ferro del 83 son sobradas muestras de aquella postura, de aquella conexión que ella encontró con el público y con los músicos que la abrazaron en el regreso a su tierra. En esos años, en medio de dos discos que inmortalizaron aquellos conciertos memorables y repasaron algunas de sus grandes canciones («En vivo en Argentina» y «Recital») Mercedes editó «Como un pájaro libre» el disco que significó su vuelta a la Argentina.

Once canciones que, con el paso del tiempo, se iban a transformar en emblema de lo que Mercedes siempre significó: un símbolo de apertura de mirada puesta en el horizonte de la música popular de nuestro país. En el LP aparecieron, por ejemplo, las primera canciones de un hasta entonces ignoto Raúl Carnota («Salamanqueando pa´mi» y «Grito santiagueño») que iban a convertirse en clásicos a la altura de otras grandes obras célebres que Mercedes grabó en el disco como «La Tempranera», «La Resentida» o «Doña Ubenza». En el trabajo también aparece una versión de «Barco quieto» una hermosa zamba de María Elena Walsh, casi una historia de amor entre un hombre y su país. Aquel país. «Estos muros, estas puertas
no son de mentiras,/ son el alma nuestra/ Barco quieto, morada interior/ que vivimos lo hicimos/ igual que el amor/ y afuera llora la ciudad/ tanta soledad (…)»

El disco de Mercedes Sosa de 1983 es un disco, entonces, que puede resumir a lo largo de cada una de sus melodías un momento bisagra en la música popular argentina. Un momento musical en un momento del país, en un momento de la historia. Una historia que para muchos significaba el regreso, la oportunidad de volver a empezar y para otros, casi como un nacimiento. En ese sentido, el disco vuelve a dar en la tecla desde el momento en que se lo nombra. «Muero todos los días, pero te digo/ no hay que andar tras la vida como un mendigo,/ el mundo está en ti mismo, debes cambiarlo/ cada vez el camino es menos largo (…) Como un pájaro libre de libre vuelo, como un pájaro libre así te quiero»

CORPIÑOS EN LA MADRUGADA – SUMO

El disco que elegimos para cerrar el conteo de los «30 discos de los días en que volvimos a cantar» es un disco que podría no ser considerado como tal, aunque nosotros (y no sólo nosotros) decidimos hacerlo. Se trata del origen de una de las bandas más influyentes de las últimas décadas del siglo XX en la Argentina. Estamos hablando de Sumo. No es motivo de este espacio ingresar a detallar cuánto en esto tiene que ver la mitológica figura de Luca Prodan, pero si es preciso señalar aquí que su impronta, su nefasta, apasionante y trágica historia personal y todo su mundo artístico y musical fueron determinante para que las cosas, que iban a llegar, se aceleraran un poco. Y (¿por qué no decirlo?) llegaran con un toque personal particular que casi terminó siendo porteño en sus matices definitivos.

Casi nada de esos matices aparece en «Corpiños de la madrugada», el material que originalmente iba a ser un demo y se convirtió en un objeto de culto (primero, cuando se vendía el cassette en los recitales de la banda) y en un semi disco debut convertido en un disco de rarities por la parafernalia empresarial que se supo levantar alrededor de la figura de Prodan con el paso del tiempo, la llegada de la tecnología y el boom de la reedición. En el material original, curiosamente por cierto, aparecen varias de las canciones que luego Sumo grabaría a lo largo de sus discos oficiales. Muchas de ellas en una etapa casi prehistórica y con claras huellas de un trabajo made in casa. Con la pureza y el amateurismo que eso trae aparejado. Allí están, por ejemplo, «Mejor no hablar de ciertas cosas», «Banderitas y globos», «Fuck you» o «Heroína». Pero también aparece «Una noche en New York City», que luego se editaría (con un sonido mucho más popeado) bajo el nombre de «La rubia tarada» y se convertiría, significativamente, en el tema más vendido de la historia del grupo. Aunque también hay lugar para grandes obras como «Teléfonos que suenan en piezas vacias» que se reedito a la par del tema «White Trash» o «Basura Blanca» y quedó inmortalizada como una obra conjunta. Cosa que, en cierta forma, parece ser.

La formación que grabó «Corpiños en la madrugada» es la segunda que se conoce en la vida de la banda, la que encuentra a Luca con German Daffunchio, Ricardo Mollo, Diego Arnedo, Pettinatto y Germán Sokol en la batería. Ese lugar sería ocupado por «Superman» Troglio con la entrada de Sumo al mundo «oficial» del disco. En la reedición de 1992 se recupera una vieja grabación con Stephanie Nuttal (la primera baterista que Luca se trajo de Gran Bretaña y tuvo que huir durante la guerra de Malvinas) en los parches. El tema se llama «Warm mist».

Un dato menos conocido es el de los invitados que tuvo esa grabación. Allí aparecen Daniel Colombres y Daniel Melingo, en percusión y vientos, acompañando en un par de tramos de la grabación al sexteto orginal. Cuenta la historia que luego de grabar este material, en Octubre de 1983, los Sumo pegaron una suerte de época dorada para aquellos primeros años con recitales continuados en el under porteño (circuito que se extendía entre el Café Einstein y el Stud Free Pub) pero Luca decidió volver a Europa. No muchos pensaron que volvería, aunque regreso a mediados de 1984, Sumo se metió al estudio y el resto de la historia, ya es otra historia…