Hasta el extremo

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A una semana de la muerte de Gustavo Cerati nos tomamos el tiempo de pensar en lo que nos deja hoy y por siempre uno de los artistas más influyentes del rock nacional.

Creo que la mejor palabra que puede definir a Gustavo es conciliación, y en más de un nivel. Primero desde Soda Stereo logro consolidar una propuesta estética y musical que rompió moldes, dio pie al nuevo rock argentino en los noventa conjugado junto a un crecimiento en popularidad acelerado y masivo, algo inédito en el país y en la región. Ya con su segundo disco “Nada Personal” llenaron obras, al siguiente batieron records en el Gran Rex y comenzaban las giras latinoamericanas y su influencia se extendió por el continente.

Sin duda Gustavo escucho la new wave neoyorkina en su adolescencia. Talking Heads es una presencia marcada en sus inicios, tanto que Picnic en el 4º B se la debemos a And She Was de David Byrne y compañía. Pero con Soda fue mucho más allá, luego de consolidar un sonido no se quedó quieto, se reunió con Daniel Melero para experimentar en “Colores Santos”, luego en “Dynamo” con la banda y más adelante se metió en la música electrónica. Acá quizás este la segunda reconciliación, el propio Indio Solari ha dicho que su música (desde “Ultimo Bondi…”  de Los Redondos en adelante) es más cercana a lo hecho por Cerati que a sus propios inicios. El público y algunos medios quisieron armar un River-Boca, sin embargo los propios músicos fueron frenando los cantitos de que uno no se murió que se muera el otro y se cruzaron presencias en el escenario que ya quedan en la historia, la más recordada en la versión de Crimen junto a Ricardo Mollo.

La popularidad es algo que siempre buscó y arriba del escenario disfrutó. Luego del adiós a Soda se dedicó de lleno a su carrera solista sin saber cuáles podían ser las repercusiones. Volvió a planificar la arquitectura (gracias Charly por la definición) para su segundo disco y lo primero que le salió decir fue un “gracias por venir”, dirigido al público que lo volvía a acompañar. Todo lo que podemos escuchar tiene un trabajo a veces exploratorio, a veces de profundización pero siempre con un rigor casi científico dentro del estudio. Ese es el lugar donde podía explotar recursos de la mejor manera, su hábitat natural. Una de las cosas que destacaba Lisandro Aristimuño (gran alumno a la distancia) es justamente esta, como podía combinar elementos de distinta procedencia para armar su propia canción animal. Y tuvo también un oído para reinterpretar parte del folclore argentino, ahí los mejores ejemplos están en Cuando pase el temblor, Raíz, Sulky y Cactus. Concilió de esta manera a parte del folclore con el rock/pop, además de Abel Pintos ya no nos resulta raro escuchar a Peteco Carabajal hacer Corazón Delator o  a Raly Barrionuevo juntarse con Leo García.

La reconciliación que falta quizás es la de parte del público rockero para con Gustavo, o mejor dicho con su obra. Esa que siempre queda cuando el músico se va de gira.