«Del 63» y la canción del nuevo mundo

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Se cumplen 30 años del debut solista de Fito Páez.

Si algo ha caracterizado a Fito Páez a lo largo de su extensa carrera como artista, eso ha sido su gran capacidad compositiva. Más allá de cuestionamientos un tanto vagos y altibajos analíticos, el rosarino siempre ha encontrado los puntos más altos de su perfil en las canciones disparadas desde su pluma. El conjunto de colores que fueron haciendo de ese forma de actuar una marca registrada en Fito comenzaron dieron origen, hace 30 años, a su disco debut como solista, el festejado “Del 63”. Desde su desembarco en Buenos Aires, Fito Páez había sido marcado por la lupa de los críticos y el público. Como uno de los asesores musicales y líricos del “boom Baglietto” primero y como músico de Charly García después, el desgarbado músico se había encargado de mostrar las credenciales que luego se confirmaría en la edición de su disco debut.

Las nueve canciones de “Del 63” eran una especie de postal de la canción de época. Con aire a puerto, alo de melancolía post-euforia y un profundo compromiso con la canción y su forma. “Todo buen comienzo huele a rosa en penumbras / como un loco en un jardín/ Blanco para la flecha, blanco que es armonía/ flecha que apunta exacto hacia el corazón” decía Fito en “Canción sobre Canción”, casi una declaración de principios en el disco y en su obra, esa que hasta el momento representaba una nueva bocanada de aire pero que trabajaba por algunos temas del pasado inmediato que habían marcado a fuego a toda la sociedad pero más aún a una generación que, como Páez, había crecido durante la dictadura. En ese sentido, “Del 63”, la canción, aparecía como un manifiesto generacional. “Cuervos en la casa”, “Viejo Mundo” se inscriben en esa misma temática, que encontraban un cruce propositivo y esperanzador en la contracara que representaban canciones como “Rojo como un corazón” o “La rumba del piano”.

Párrafo aparte para “Tres agujas”, una de las canciones más importantes del cancionero Páez que fue utilizada como corte promocional del álbum y que durante años se consideró como una de las composiciones más ricas y complejas de Fito. Sentimental y con un estilo poético mucho más spinettiano que el preponderante en el resto del disco (Spinetta la grabaría 25 años después) que también aparece como reflexiva en la perspectiva en la que un recorte puede servir de foto de un disco en el que “(…) una válvula de escape se transforme en un acorde (…)”.

El trabajo fue elegido como “Disco del año” por la paradigmática Revista Pelo e inauguró la triada inicial de los discos de Fito que iban a ir sucediéndose con los años inmediatos, en alusiones tangueras y finales de romance.