Luis Alberto Spinetta. «La estrella mágica»

Share on whatsapp
Share on facebook
Share on twitter
Share on telegram
Share on pinterest
Share on email

Spinetta conectado al infinitoNunca logré sentarme a escribir nada sobre Luis Alberto Spinetta. El día de su partida, estaba con su música acompañándome en casa. Después de la lluvia, el sol había logrado tornar una tarde en apariencia agradable al grado de lo insoportable. Estaba manejando cuando el teléfono empezó a sonar insistentemente. Nada atiné a pensar, ninguna palabra surgió en ese momento. La cabeza estaba en blanco, vacía. Ninguna palabra surgió después. Hasta ahora, dos años más tarde.
Lo complicado del asunto es reconocerse nimio ante lo inconmensurable. Nada de lo que pueda decir sobre Luis podrá agregar nada a lo que ya dijo él. A través de los años, en cada uno de sus gestos. Impolutos y revolucionarios. Profanos, profundos y plagados de transparencia luminosa.
Será por eso que nunca se me ocurrió escribir sobre Spinetta. No me salió cuando lo intenté, me negué cuando se me pidió hacerlo. Me dediqué a seguir escuchándolo.
La negación de la muerte, etimológicamente tan ligada al amor, parece ser ese antídoto que se autoimpone la consciencia para dar paso a la continuidad de la razón sensible. Todavía me pregunto si la obra de Luis hubiese tenido algún punto de agotamiento, si era posible para él (un tipo pasional, mundano, cabrón y alegre como cualquier otro) sostener infinitamente ese instinto de superación que, por momentos, llevó al paroxismo. A lo mejor, la respuesta aparece en cada uno de los sonidos que me devuelven sus discos cuando los invito a contestarme.
Luis siempre estuvo más allá. Y más acá. Es por eso que, musical y espiritualmente, no hay generación en la Argentina que no haya estado cruzada por su arte. Que no se exprese a través de él, que no se sienta interpelada por cada una de sus posturas (esas que superan anclajes temporales y destrozan lo rudimentario de la consciencia histórica). Posiblemente ya no la haya. En mucho tiempo. Luis está ahí, donde estuvo siempre. Negado por los mismos gusanos de los emperadores, abocados eternamente a su apocalíptico festín. Utilizado por aquellos que tiemblan por miedo a ser fulminados por la estrella mágica, siempre presente para echar luz sobre las almas porfiadas en repudiar el encierro.